"Proponemos que no se deje de lado el aporte del sector de la cultura, en el marco del desarrollo de un Plan Decenal de Reforma Agraria"
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Tuesday, 25 de February de 2025
Durante el Pacto por la Tierra y la Vida, la directora del ICANH, Alhena Caicedo Fernández, manifestó la necesidad de contar con el sector de la cultura para intervenir los imaginarios negativos sobre una distribución de la tierra en Colombia.
Bogotá, D.C., 25 de febrero de 2025. En Chicoral (Tolima) se vivió un momento histórico para las campesinas y los campesinos de Colombia: los días 21 y 22 de febrero, se llevó a cabo el Pacto por la Tierra y la Vida, evento que buscó lograr un acuerdo social para una reforma agraria en el país y construir los lineamientos del Plan Decenal de Reforma Agraria.
El encuentro se llevó a cabo en el corregimiento donde, el 9 de enero de 1972, se reunieron representantes del gobierno de Misael Pastrana Borrero, congresistas de los partidos Liberal y Conservador, y la élite rural latifundista del país para firmar un acuerdo que detuviera el impulso de la reforma agraria de la década de los 60. Este acuerdo se conoció como el Pacto de Chicoral (conoce más sobre el Pacto de Chicoral, aquí).
Al evento asistieron cerca de 4.000 campesinas y campesinos, representantes de entidades del Estado colombiano y, al cierre, el presidente de la República, Gustavo Petro Urrego, quien manifestó: "Venimos como pueblo a Chicoral para exorcizar la violencia y la desigualdad en el país. Necesitamos rescatar la tierra para rescatar la vida y que Colombia, por fin, de esa manera, pueda conocer la paz".
El aporte de la cultura para la reforma agraria
Además de las mesas de trabajo para plantear los puntos del Pacto por la Tierra y la Vida, se llevaron a cabo paneles para dialogar sobre los alcances y necesidades de implementar una reforma agraria en Colombia. Uno de ellos fue el panel "Reforma agraria, vidas campesinas y transformación cultural", en el que participaron Carlos Morales, de la Dirección de Poblaciones del Ministerio de la Cultura, las Artes y los Saberes; Nury Trujillo, de la Escuela de Científicos Locales del Caquetá; Windy Góez, lideresa social de San Benito Abad (Sucre); y Alhena Caicedo Fernández, directora del Instituto Colombiano de Antropología e Historia - ICANH. La moderación del panel estuvo a cargo de Valentina Lobo, investigadora de la Subdirección de Investigación y Producción Científica del ICANH.
En su intervención, la directora del ICANH les expresó a las campesinas, los campesinos e integrantes de las entidades del Estado la necesidad de contar con el sector de la cultura en Colombia para intervenir las ideas que han estigmatizado históricamente la distribución de la tierra en el país. "Es una apuesta para entender qué significa ser campesino y transformar los imaginarios acerca de la reforma agraria. Proponemos que no se deje de lado el aporte del sector de la cultura, en el marco del desarrollo de un Plan Decenal de Reforma Agraria", manifestó.
"No se han visibilizado los beneficios de la reforma agraria para Colombia. Por ejemplo, es necesario explicar cómo una redistribución de la tierra a campesinas y campesinos de Colombia puede generar formas de economía productiva que no se basen en la renta de la tierra, sino en la producción agropecuaria. Así, se vería un desarrollo rural más productivo", agregó Alhena Caicedo Fernández.
A su vez, Carlos Morales, de la Dirección de Patrimonio de Minculturas, apoyó el llamado de la directora del ICANH: "La importancia de este escenario [el Pacto por la Tierra y la Vida] es entender el carácter positivo y el aporte del campesinado a los procesos de transformación en Colombia. Hoy, hablar de reforma agraria implica miedos. Este es el escenario para transformar parte del relato de nuestra nación", afirmó.
Según Marta Saade Granados, asesora del ICANH y docente de la Universidad Externado de Colombia, las percepciones negativas de una reforma agraria en Colombia se deben a que "se ha naturalizado la idea de despojo. Es decir, existe una suerte de normalidad al pensar en que la mayoría de los campesinos y las campesinas no tengan tierra y que, en un régimen político y económico como el colombiano, ésta se encuentre en manos de familias insignes. Esta situación alimenta otra idea: existe una "propiedad natural" sobre la tierra en manos de los núcleos en el poder".
"La percepción de que una reforma agraria puede subvertir esa idea de "propiedad natural" genera una serie de prejuicios. A su vez, hay un co-relato por el que se entiende que hay gente destinada a no ser propietaria de la tierra. Esa idea se va transmitiendo de generación en generación, y alimenta la afirmación de que los campesinos y las campesinas no deben tener tierras", agregó Marta Saade.
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